ELEGÍA EN PORTBOU, ANTONIO CRESPO MASSIEU

Tenemos una buena ocasión para disfrutar de la obra de un gran poeta en la  Próxima presentación para el jueves día 3 a las 20 horas de Elegía en Portbou es un libro estremecedor, de una gran altura estética y emocional, en el que Antonio Crespo Massieu indaga en la memoria de más de medio siglo de derrotas y esperanzas. En el dolor, sin duda. Pero también en los actos de bondad y de resistencia. El poema es espacio de acogida, de salvación de tanta vida aniquilada. En su afán de totalidad pretende ser testamento personal y colectivo, levantar acta de una biografía y de un espacio histórico: el que va desde la derrota del 39 hasta el final de la dictadura y nuestro mismo presente. La palabra nombra en este extenso poema, inacabado y abierto por su misma pretensión, las heridas del siglo XX, quizá el más cruel de la Historia. Crespo Massieu rescata las voces perdidas, los nombres olvidados, mediata acerca de la vida y la muerte y nos sitúa ante la indecible belleza que se contempla desde el blanco cementerio de Portbou. Estará acompañado por Laura Giordani, que lo presentará.


Antonio Crespo Massieu (Madrid, 1951) es licenciado en Filosofía y Letras (Filología Hispánica) por la Universidad Complutense y Diplomado en Estudios Portugueses por la Universidad de Lisboa. Profesor de literatura española en Enseñanza Secundaria.




Desde 1997 es responsable de las páginas literarias de la revista Viento Sur. Ha publicado los poemarios En este lugar, con el que obtuvo en 2004 el “Premio de Poesía Kutxa Ciudad de Irún” en su XXXV edición y Orilla del tiempo (2005). En 2009 apareció en la colección de Narrativa Bartleby su libro de relatos El peluquero de Dios. Ha escrito trabajos de investigación y de creación literaria en revistas como Anthropos, Revista da Faculdade de Letras-Universidade de Lisboa, Asparkía,La ortiga, Dossiers feministes, Diálogo de la lengua, El cielo de Salamanca, Riff-Raff, Cuadernos del matemático y cbn.




Y aquí, ante este mar, en este cementerio de luz y espliego,


en este rincón donde la tierra se esconde, donde los hombres

desaparecen perdidos en azul, en serpenteante línea que desciende

y escala la montaña, en negro vacío que horada siglos, distancias.

Aquí jalonado de muertos, en este promontorio de ausencias,

en la escarpada memoria de los que fueron y de lo que fui,

en las voces que suben y se hacen signo, azul sobre blanco,

en el reconocimiento de lo que perdí, de mis sombras y las suyas,

en esta respiración acompasada con los muertos, este vaivén

de rezo o suspensión, de acompañamiento o herencia,

en esta devolución consagrada, circunvalada, rodeada

como piedra o carne, en este llanto que es palabra,

en esta latitud del siglo donde mi pasado se diluye

como agua verde o espasmo de un recuerdo conquistado

al olvido y sus trampas, a los maliciosos del consuelo.
 
(..)



Y sin embargo nada,


ni la noche, el horror, el miedo,

nada

abolía la sonrisa, la inconsciente esperanza,

el saberse inicio, terso reclamo

de un mañana venidero, inevitable, nuestro.

Éramos certeza, una luz,

un cuerpo esperando otro cuerpo,

un descenso torpe, casi un balbuceo,

desde la tibieza, desde ese indeleble desamparo

que nos acogía y estallaba en deslumbramiento:

lo soñado tan real como un dedo

que desciende, como deseo



abierto en iris, en carne retenida, en susurro

de piernas, en un furor tan dulce como abandono.

¡Ah tu pubis incandescente iluminando la estancia!

llamando la mirada como lo negro contiene la luz,

llamarada que viste la penumbra y nos encamina

a la caricia, a dilatar infinito el deseo hasta llegar

donde apunta y abrir la carne al común estremecimiento,

al abrazo de mundos que juego y pasión, ferocidad

y ternura confunden y todo se resuelve, se revuelve en instinto

y luego se adelgaza en pequeña palabra, cansancio,

otro encuentro que es reposo, rememoración, olvido

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